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          El término municipal de Tubilla del Lago cuenta con 2330 hectáreas de las cuales más de 1700 se dedican a la agricultura, otras 300 hectáreas son monte de pinos y el resto es terreno no cultivable o edificable.

           Actualmente la mayor parte de las hectáreas cultivadas son dedicadas al cereal. Una pequeña parte se dedica al cultivo de la remolacha azucarera y está incrementándose año tras año la superficie dedicada a la vid, debido al auge de este producto en nuestra comarca, amparado por la denominación de origen Ribera del Duero.

           Ademá existen otros productos y servicios que se generan en Tubilla del Lago, aparte de los puramente agrícolas: Ver el apartado Empresas.

    El cereal

           No cabe duda que es el cereal el producto que más extensión ocupa en el término municipal. Los productos cerealísticos de esta zona son el trigo y la cebada.


      
           Tubilla del Lago cuenta con un terreno irregular, altos páramos de tierrra pobre se alternan con vallejos y generosas vegas fértiles. La producción en los páramos suele ser de 2500 a 3000 kg/ha. mientras que en las vegas se duplica llegando en algunos casos a superar los 9000 kg/ha. Sin embargo el rendimiento medio se sitúa en torno a los 3500 kg/ha. debido a que los terrenos más fértiles ocupan menor extensión.


           Las variedades que se cultivan son muy diversas, aunque en los últimos años se tiende a cultivar variedades de mayor rendimiento a costa de que no falte humedad, ya que estas variedades son más sensibles a la escasez de lluvias en primavera.

           A pesar de que los precios de cereal han caido de forma alarmante en los últimos 15 años, pasando de 25 pts/kg en 1985 a 17 pts/kg en 2001, se sigue cultivando debido a que las alternativas que han podido aparecer no se adaptan adecuadamente al terreno además de exigir una renovación en la maquinaria existente.


    La vid

           El producto que más ha emergido en los últimos años es sin duda el viñedo. Por estar Tubilla del Lago dentro de la zona vitivinícola de la Ribera del Duero, se ha dejado arrastrar por el auge que ha experimentado el vino etiquetado bajo esta denominación.

           Los viñedos de Tubilla del Lago se encuentran en el margen izquierdo del rio Gromejón, en terrenos y laderas arenosas. Hasta hace 5 años Tubilla contaba con vides viejas, en algunos casos de más de 80 años, majuelos de entre 200 y 500 plantas cada uno, donde la uva negra ocupaba el 70 por ciento del producto y el resto, la uva blanca.

           Sin embargo ha sido importante la inversión en el viñedo que se ha llevado a cabo en Tubilla en los últimos 5 años. Se han plantado más de 50 has. de vid, con variedades permitidas por la denominación de origen, destacando por encima de todas la variedad Tempranillo. Se ha aumentado en más de un 150 por ciento la extensión inicial.

      
    La Remolacha Azucarera

           La Remolacha azucarera se ha cultivado en Tubilla desde hace muchos años, debido a la facilidad de riego. Este producto necesita gran cantidad de agua en la época de verano, y en Tubilla abunda el terreno fértil cercano al río Gromejón y a los canales existentes.


    El Girasol

      
           Aunque no es tan abundante como los anteriores productos, el girasol también se encuentra entre los habituales, habiéndose incrementado la producción a partir de las ayudas de la Unión Europea.



    El Cáñamo

           Los griegos, romanos, árabes... ya cultivaban y conocían las propiedades alimenticias, textiles y medicinales del cáñamo.
    En Tubilla del Lago, como en casi toda España, se cultivó hasta bien entrados los años 60. Este cultivo, que en la época de Felipe II fue impulsado por todo el Reino, fue víctima de la propaganda llegada de América en su contra, hasta tal punto que prácticamente ha desaparecido de la península.
    El cáñamo que se cultivaba en Tubilla era el cáñamo textil. Se puede afirmar que cada familia tenía un "tablar" (una pequeña parcela) destinada a este cultivo.
    Los cañamones se sembraban en el mes de mayo, el método era " a voleo" y se tapaban con la rastra de forma que se quedaran unos pequeños surcos para facilitar el riego. Era conveniente poner un espantapájaros para que los gorriones no se comieran las semillas los días antes de germinar. Se decía que "el que tiene miedo a los gorriones no siembra cañamones". Miedo, no, pero un poco de precaución era necesaria Si el tiempo era seco había que regar para que naciera y creciera la planta hasta cubrir la tierra y poder, así, conservar la humedad del suelo. Por eso se solían sembrar en terreno fresco.
    La recolección se hacía a finales de septiembre o en octubre. Llegado este momento, se regaba un poco para que se pudiera arrancar fácilmente. Se hacían unas gavillas, llamadas "mañas", que se ponían de pie en forma de una cabaña india para que se fueran secando, proceso que terminaba en la era, donde se separaban los cañamones de las ramas frotándolas o dándoles pequeños golpes. Los cañamones se beldaban y se llevaban al desván. Las ramas las echaban en remojo en aguas limpias de arroyos o del río colocando unas piedras encima de ellas. Este proceso duraba 9 ó 10 días. Después se secaban al sol durante 4 ó 5 días, quedando así listas para el "machado" con un aparato llamado "macha" o "machadora". El machado se empezaba por la mitad de la rama hacia la raíz y después hacia las puntas. Si se quería que la fibra fuera más fina, se volvía a machar con otra machadora de canal más estrecho. Como el cáñamo desprende polvillo molesto para la respiración, estas labores se realizaban al aire libre aprovechando los días soleados de Otoño. La fibra extraída se peinaba o cardaba para limpiarla totalmente de impurezas. Las abuelas lo hilaban con sus ruecas y husos de madera de zarza. Para blanquearlo, depositaban los ovillos en una cesta de mimbres, los cubrían con un lienzo, echaban ceniza encima y agua hirviendo. El agua al filtrarse blanqueaba la fibra. El agua que salía se volvía a calentar y echar una y otra vez, hasta que se consideraba debidamente blanqueado el producto. Acabado el blanqueo, se lavaba en el río y, una vez secado al sol, quedaba listo para entrar en los telares.


           En Tubilla el cáñamo se usaba para hacer mantas, alforjas, "linzuelos", "atarriones"; los niños hacían sus "ramales" para bailar las peonzas con los desperdicios de la fibra denominados "alrotas". Es de destacar el rico turrón de cañamones.
    El cáñamo puede tener tantas utilidades que bien pudiera ser considerado como un cultivo alternativo a los cultivos actuales para paliar la deficiencia de éstos.
    No "castiga" el terreno, su raíz es larga; sus hojas al caer al suelo sirven de abono. Se puede sembrar varios años en el mismo terreno sin que éste sufra de desgaste. Además su cultivo es económico, sólo necesita unos riegos moderados y un poco de abono.
    En la industria textil son conocidas la calidad y bondad de su fibra, más fina y pura que la del lino.
    Los cañamones son una gran fuente proteínas ¿Podrían ser la solución para paliar el hambre en el mundo? El consumo de sus aceites es buen amigo del corazón, buen aliado suyo par combatir el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
    ¿Qué decir de la posibilidad de ser utilizado el cáñamo como combustible? Transformado en carbón vegetal serviría para alimentar las centrales térmicas, contaminando menos la atmósfera y, sobre todo, liberando de la tala a multitud de árboles. Los derivados de esta rica planta también pueden ser utilizados como carburante de coches. Sería mejor que el petróleo, ya que su combustión no aumenta el dióxido de carbono de la atmósfera.
    Los conglomerados de cáñamo son más elásticos y duraderos que la madera, razón por la que su uso en la construcción sería también aconsejable, contribuyendo, de esta forma, a conservar los bosques. Hasta cemento se ha conseguido hacer con la fibra de cáñamo. .



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